jueves, 23 de septiembre de 2010

La paella, la sangría y la protección solar de 50, enemigas de la conciencia social

Ya es oficial; el verano y el buen humor generalizado nos despiden hasta dentro de 89 días, momento en el que nos olvidaremos definitivamente de lo que significan las frases "paseo a primeras horas" o "caña en terracita". No me preocupa, porque aunque yo también soy de ese tipo de personas que necesitan 12 horas de sol para fotosintetizar y producir la endorfina que permita esos destellos oculares tan característicos del optimismo y la jovialidad, con el otoño regresa la vida universitaria. Después de explotar el que se augura como mi último verano de vagueo y procastinación, tengo necesidad de llenar el día con compromisos de hora punta y caer rendida en horario infantil, disminuyendo de este modo el número de series televisivas a visionar, que realmente atonta ya. En fin, que de síndrome post-vacacional nada de momento, e incluso deseandito estoy de ponerme a currar.

Pero vamos, que de lo que venía a hablar es de la euforia vacacional que abruma a los viajantes y de la dejadez absoluta de muchos de ellos cuando sienten pausado el flujo temporal y espacial en torno a su persona. "Aquí no me conoce nadie", "estoy de vacaciones", "si todo el mundo lo hace" son algunas de las justificaciones más escuchadas.

- El escaso cuidado de las playas, con la excusa de que por las noches se limpia, pensando quizás que un grupo de altruistas ecológicos se dedican a cavar hoyos de cinco metros de profundidad y a filtrar la arena con un colador de aquellos de la fiebre del oro, cuando en realidad pasa una máquina que remueve superficialmente la arena. Está bien, mientras no tengas niños con vocación minera, ningún problema...

- Los hoteles de buffet libre, en los que desarrollas una ingesta voraz de comida que mal combina con una siesta digestiva playera. Reducir la cantidad de comida sobrante es tan fácil como asumir que no podrás probar todos los platos del día, y más cuando tu estómago está diseñado inteligentemente para la escasez.

- Los hoteles y el infalible servicio de limpieza. Ducharte todos los días con una toalla distinta y recién suavizada cuando tienes un cartelito bien mono que suplica el ahorro de agua junto al lavabo no puede dejarte indiferente.

- El aumento de audiencia de las telenovelas. Parece que esas anticuadas televisiones cúbicas de los hoteles invitan a ver chorradas veraniegas. En caso de que sirva para conciliar el sueño, tienes otras opciones como el ciclismo y "Cifras y letras", con las que no sufrirás sobresaltos por gritos de féminas desquiciadas.

- El desagrado obsesivo por llevar calcetines de arena hace que se malgaste mucha agua en los grifos de las playas. Vale, para eso están, pero ¿desde cuando la tumbonas, cubos y sombrillas no se pueden limpiar en la orilla?

- Los niños armados con redes y cubos que se dedican a sacar pulpos, peces y medusas del mar y dejarlos en la arena para contemplar la funcionalidad de sus branquias/pulmones, digo yo. Y de qué servirá sacar del agua las medusas venenosas si media playa termina con ampollas en la planta del pie...

- Nos quejamos en su día con el "Nunca mais" pero yo me sigo encontrando muchos residuos poco agradables surcando los mares, normalmente contenidos en recipientes de los que nunca tirarías por el váter, con lo cual sólo queda la opción de los trasatlánticos.

- Y por supuesto, el gran clásico: -"Anda mira, podíamos ir a ver la reserva natural de tal y cual, que casualmente está cruzando la calle" -"¡¿Pero que dices?! ¿Qué clase de vacaciones serían estas si renunciásemos a un día de absorción de rayos U-VA por participar en una actividad cultural?"

Vamos, que estos paisanos entienden por vacaciones el pasarse una semana rotando en la toalla para lucir un morenito que durará días, comer como cosacos para nada más regresar obsesionase con adelgazar, y en general, evadirse de ser buenos ciudadanos con la excusa de que nadie se lo tendrá en cuenta. Lo dicho, que prefiero el campo.

6 comentarios:

  1. Yo también odio la playa, el convertirme en una cocreta humana rebozándome en la arena, usurpar el hábitat de seres vivos para evadirnos,... Qué horror!!!

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  2. Chica, cada vez me gusta mas tu estilo. Es una gozada leerte, hables de lo que hables. Enhorabuena.

    Y en cuanto al tema... A mi si que me gusta la playa, pero no el turismo. Quiero decir que me gusta la naturaleza y las playas son un hábitat fascinante. Lástima que el turismo de Sol y playa que tan de moda se puso en los años 60 (y del que aún queda mucho) se haya cargado la mayoría de playas vírgenes de España y tengamos que ir a buscarlas lejos...

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  3. ¡Qué razón! A mí personalmente ese tipo de turismo playero me parece horroroso. Y estoy empezando a sospechar que los que se bañan tan contentos en el Mediterráneo tienen problemas de vista, vamos, que no ven la cantidad de mierda que hay en la arena y en el agua.

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  4. Siento decirte, pero la gente tiene casi la misma consideración por el campo que por la playa, sólo que el campo no es "pro" y la playa sí.

    Si te vas a la playa, tienes dinero, si te vas al campo, eres un matao...

    Parece que ese es el pensamiento de la vieja españa.

    Por el resto, me gusta tu forma de ver el mundo, crítica mordaz, audaz y más cosas con Z que no diré :)

    Un besito, desde el narrador que escribe sobre vuestras vidas

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  5. la playa, ese motel veraniego... El viernes fui a bañarme a las siete de la tarde. Tres parejas paseaban, yo podía hacer mis largos desnudo hasta las boyas, hasta que los músculos se quejaron. Los oídos pitaban y me estaba quedando ciego. No había latas de refresco aplastadas en la arena; las algas, suaves; las olas limpias. Aún a riesgo de parecer el protagonista de "Hiroshima mon amour", os digo: Vosotros no conocéis el Mediterráneo.

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  6. jajja me encanta leerte, eres genial xD
    Qué razón tienen tus palabras... por cierto, yo también estoy deseando empezar! =)
    mua!

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Se ruega canalizar la aversión hacia mi persona sin recurrir a la extremista economía lingüística del msn, al estilo montaña rusa quinceañero o a la jerga "hoygan" (en este último caso será inmediatamente investigada la IP del visitante para obsequiarle con un diccionario de bolsillo)

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