Escaso aprecio del silencio

En mis apuntes leo: ligera obsesión actual por estar comunicados. Causas: escaso aprecio del silencio, sobrevaloración del saberse conectado, conformar visión del mundo y traspasar el ámbito local. Bien, me interesa analizar el primer punto; ya no sólo en cuanto a la búsqueda de información, sino a la obsesión general de contribuir a la contaminación acústica.

Sobre todo en ambientes desconocidos y frente a extraños, las sagradas enseñanzas dicen que la única carta de presentación es la palabra, y que causaremos mejor impresión cuanto más evitemos el silencio, que por regla general siempre es incómodo. Pues no señor, a mí me resulta más incómodo escuchar el choque labial desinteresado y automatizado que mantener la mirada a un desconocido durante un tiempo exagerado. Desde mi humilde opinión, impugno estos axiomas sociales y animo a la gente a que pruebe a observar de vez en cuando, que además de revelar datos más fiables sobre el interlocutor, requiere un esfuerzo energético menor.

Dentro de este panorama de sobreempleo salival, tengo especial interés en las frases huecas que saltan de forma mecánica cuando no da más de sí la conversación, y que suelen estar relacionadas con el tiempo y el deporte. Resultará bastante pedante haber reunido una recopilación de este tipo de frases originales e ingeniosas, pero debía ilustrarlo con ejemplos gráficos:

- Los alérgicos lo van a pasar fatal esta primavera.
- Los fontaneros al final son los que más ganan.
- Esto va por rachas, este año remontan fijo.
- El dinero mueve el mundo.
- Nadie da más pudiendo dar menos.
- Esto es como todo; o te encanta o lo detestas, no hay término medio.
- El tiempo está loco últimamente.
- No hay tanta crisis si los bares siguen estando llenos.
- En cuanto me enciendo un cigarro, aparece el autobús.
- El chino es el idioma del futuro.
- Ya no nos vemos hasta el años que viene (En días cercanos a año nuevo)
- Hacía 40 años que no caía una nevada así.
- La información es poder.
- Me quiero casar, pero no quiero la típica boda en plan hortera.
- Lo mejor del jamón es la grasa.
- Tener hijos te cambia la vida.
- Yo, es que soy muy mío.
- Hay que tener amigos hasta en el infierno.

Algunas serán ciertas, no digo yo que no. Lo que me repatea es que son auténticos dogmas religiosos, y suponen la culminación del carácter sociable. Es decir, que la sociabilidad exige la intrusión en el mundo de lo políticamente correcto, en el de los intercambios convencionalistas y rutinarios con los que nos vemos satisfechos en el trabajo, en la familia, en el grupo de amigos... Con estas puntillitas cerramos las conversaciones como el mejor de los publirrelacionistas, que seguro que es de Coca-cola. Ya tenemos el triple de amigos y el triple de puertas abiertas. Es el valor de lo obvio y lo intrascendente en una sociedad dominada por las tertulias convecinales en ascensores sobre el tiempo en vez de polvos salvajes entre el primero y el octavo.